Desapasionadamente tuyo

Relatos cortos, discusiones conmigo mismo, opiniones varias... y todo lo que quepa en unas pocas líneas y que demuestre que no estoy muy bien de la cabeza...

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sábado, febrero 11, 2006

Antes de aterrizar (Primera parte)

Ella estaba mirando por la ventanilla del avión con ese aire de suficiencia que sólo favorece a las chicas realmente guapas. Su pecho se movía con cadencia de canción lenta bajo su sueter rojo y su pelo se deslizaba sobre los hombros con un brillo cobrizo. El mismo brillo se adivinaba en sus ojos, pero en esta ocasión era debido a las motas verdosas que jugueteaban entre el castaño de su iris.

Él no notó el ligero desacompasamiento en la respiración de la chica cuando colocó su equipaje en el portabultos justo encima de su asiento. Realmente, no tenía nada de extraño que no notara nada: no estaba acostumbrado a causar reacciones en nadie. Se consideraba normal... tirando a feito: hombros caídos, flaco, alto aunque no tanto (rozaba el metro ochenta), cara estropeada por un virulento acné juvenil... Lo único que consideraba medianamente aceptable de su fisonomía eran sus ojos, de un gris no muy habitual; sus ojos, que expresaban todo lo que sentía, a veces de manera demasiado evidente.

En cualquier caso, ella ocultó bastante bien su momento de debilidad y continuó mirando por la ventanilla como si tal cosa mientras él ocupaba el asiento de al lado. Un ojo atento se hubiese percatado del brillo felino que trataba de ocultar con su aparente indiferencia. No bien se hubo sentado una voz entre pícara y sedosa se presentó:

- Hola, me llamo María, ¿y tú?

Mentiría si dijera que no se había fijado en ella. Al mirar el número de asiento y comprobar que su compañera iba a ser aquella más que atractiva mujer, no pudo disimular su alegría.

- "Al menos me amenizará el viaje contemplarla" - había pensado, pero el saludo le había dejado completamente descolocado.

- Ehm... ¿perdona?

- Digo que me llamo María, ¿cuál es tu nombre?

- Luis. Encantado. - Y automáticamente le dio los dos besos de rigor ante una nueva amistad. Podía estar desconcertado pero las mínimas costumbres sociales estaban demasiado arraigadas en él. Luis podía ser algo tímido pero era también extremadamente curioso... y a fin de cuentas era ella la que había iniciado la conversación - ¿Saludas a todos tus compañeros de viaje? ¿O acabas de inaugurar esta bonita costumbre?

Ella río, sinceramente. Y esta risa le hizo ganar muchos puntos a los ojos de Luis.

- Pues sí: suelo saludar a todos mis compañeros de viaje... - y aquí hizo una pequeña pausa y en sus ojos refulgió unos grados más el verde juquetón - siempre que se trate de personas a las que me interese saludar.

Mientras hablaba, miraba a Luis fijamente a los ojos. A Luis le imcomodaba y le hacía bajar la mirada a intervalos regulares. Pese a todo, tuvo que reconocer que no había burla en esa mirada, sólo un evidente tono divertido y algo de picardía, y quizás... ¿acababa de captar un atisbo de inseguridad? ¡Imposible!

- ¿Y puedo preguntarte por qué me incluyes en la categoría de personas que te interesan? - La curiosidad de Luis le dotaba de arrojo - Al menos para saber si debo preocuparme.

- ¿Preocuparte? - ésta le había desconcertado, no era invencible.

- Se me ocurren mil razones para que te fijes en una persona. Lamentablemente, al menos 900 no son muy favorecedoras. ¿Llevo la bragueta abierta o quizás restos de lechuga en los dientes?
Ella volvió a reir con energía y cuando reía su pelo parecía ir un poco más despacio que el resto de su cuerpo, con un hipnótico balanceo.

- ¡Nooo! Tranquilo, no es por nada malo. Podría darte muchas razones pero al final es algo extremadamente subjetivo. Depende de muchos factores: la edad, el sexo, la forma de andar, la forma de buscar el asiento...

- Ah... ¿pero hay formas de buscar un asiento?

- Por supuesto - Y comenzó a recitar como si se tratase de una lección bien aprendida - Está quien lleva el resguardo delante de su nariz y se para frente a cada número de asiento. Luego, con una estupida e innecesaria cara de esfuerzo mental, compara su número con el que está escrito sobre el asiento. Da igual que el suyo sea el 50 y vayan por el 5: ellos van a pararse en cada maldito número... ¿No saben contar? Tenemos también a los que revisan su resguardo cada par de asientos: estos saben contar, pero tampoco demasiado bien. Por último tenemos a los que no llevan su resguardo a la vista y se dirigen con seguridad a su sitio, como si conocieran el avión al dedillo...

- Eso lo hago yo - rió Luis - Pero no creo que tenga nada de especial. Aparte de indicarte que esa persona puede memorizar un número de 2 o 3 cifras y una letra, no le veo nada meritorio.

Ella se encogió de hombros:

- Ya te lo he dicho, es muy subjetivo. Si a eso le sumas otras cosas vas sacando tus conclusiones.

En ese instante, las azafatas comenzaron su rutinaria explicación de las posibles maneras de morir en un avión, en esa especie de obra gestual que, pese a su funestas implicaciones, dejaba a la audiencia totalmente indiferente.

Luis y María aprovecharon para hacer una pequeña tregua en su improvisada charla. Luis seguía
desconcertado pero, ciertamente, no le importaba demasiado. Aparte de guapa, la chica le parecía inteligente y simpática, así que no tenía de qué quejarse. María volvió a mirar por la ventanilla mientras el avión se ponía en movimiento.

Fue María la que retomó la conversación tal como la había comenzado: por sorpresa justo cuando el avión comenzaba a enderezarse.

- ¿Entonces no sientes curiosidad acerca de PARA QUÉ me interesan mis vecinos de asiento?

Luis despertó de su ensimismamiento un tanto bruscamente. Nuevamente le pillaban con la guardia baja pero se recompuso lo mejor que pudo para responder rápidamente:

- Pues claro que sí, ¿para qué te interesan? Y en este caso concreto, ¿para qué te intereso yo?

- Quiero que me beses antes de que este avión aterrice.

1 Comments:

Blogger infopoeta said...

A mí nunca me ha tocado con una chica al lado al viajar solo :/. O bien me han puesto sin nadie a mi lado o con chicos, el último de los cuales al sobrevolar África encendiendo el móvil escondiéndolo un poco de la posible vista de las azafatas, e intento dos o tres veces mandar un sms... :-S. Sería más interesante lo de Luis... jeje

3:30 p. m.  

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