Desapasionadamente tuyo

Relatos cortos, discusiones conmigo mismo, opiniones varias... y todo lo que quepa en unas pocas líneas y que demuestre que no estoy muy bien de la cabeza...

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sábado, febrero 11, 2006

Antes de aterrizar (Segunda parte)

Tras la petición no hubo más explicaciones. Tampoco parecían muy necesarias dada la naturalidad y claridad de la petición. Decir que Luis esperaba esa respuesta era poco menos que imposible. Probablemente tenía la boca abierta y él era consciente de ello. También era casi seguro que el color de sus mejillas se enrojecia al mismo ritmo que sentía aumentar la temperatura de su rostro. Los tímidos son así, y pese a que su confianza había ido creciendo con la conversación, no podía renegar de su naturaleza. De cualquier manera, el desafío era considerable incluso para alguien con más seguridad que Luis.

- ¿U...un b...beso?

- Sí, un beso.

María había borrado el tono divertido de su mirada para demostrar que no bromeaba. La picardía sí que seguía allí, y tal vez aquel otro matiz. Pero Luis no estaba para análisis psicológicos de la mirada. Optó por el camino sencillo: hacerse el loco.

- Ya te di un beso antes... de hecho, dos. Pero si te empeñas...

- No, no me refiero a ese tipo de besos.

No podía estar más claro. Optó por el camino patético.

- ¿Pues entonces qué? ¿Un beso en la frente? ¿Un beso de caballero en la mano de la dama? ¿Un beso esquimal con la nariz...?

Ella río pero a Luis no le parecía tan divertido. Quizás otra clase de tío hubiese agarrado a la chica y le hubiese plantado un beso sin inmutarse. Luis no era esa clase de tío. Luis no iba morreándose con la primera chica guapa que se le insinuaba, quizás porque nunca se le había insinuado una chica guapa, pero quizás también porque en su mente, educada según preceptos que a más de uno le parecerían retrogrados, no había lugar para un morreo por la cara... Vale, es mentira. Simplemente era cobardía, inseguridad y una contínua sensación de "me están tomando el pelo". María volvió a tomar las riendas.

- Sabes que no me refiero a esa clase de beso. Quiero un beso de verdad, un "morreo". Como si nunca fuéramos a aterrizar y éste fuera el último beso de tu vida; un beso de pasión; un beso que sabes que no se va a repetir jamás porque jamás nos volveremos a ver.

- Bueno, afirmar que no nos volveremos a encontrar es un poco dramático. Madrid es grande, pero mayores casualidades he visto.

- Vale, en cualquier caso quiero beso. - El leve aire dramático que María le había dado a sus palabras anteriores se vio totalmente desplazado por el tono divertido y pícaro que había estado allí el resto de la conversación.

Luis respiró hondo. Realmente tenía la excusa perfecta para no besarla pero, ¿quién no querría besarla? Era fácil. Aún quedaban casi dos horas de vuelo. Además, sincerándose consigo mismo, a
Luis le halagaba. ¡Claro que le halagaba! ¿Quién no iba a sentirse en la cima del ego ante la petición de un beso surgiendo de los labios de la chica más hermosa del mundo? Pero Luis decidió alargar su propio sufrimiento.

- Centrémonos. - Menos centrado, Luis podía estar de cualquier manera - Quieres un beso.

- Sí.

- Y no un beso cualquiera, sino un beso apasionado.

- Sí, lo vas entendiendo - río María.

- Y... ¿le pides un beso a todo el que se sienta a tu lado en un avión cuando le notas algo interesante que no sabes explicar?

- Sí, básicamente sí.

- ¿Y no lo encuentras un poco extraño? - Luis comenzaba su desesperado ataque final.

- Pues no. - Punto para María. Ni una pestaña se le había movido al responder.

- Pues yo... un poco... ¡si!. No nos conocemos de nada, yo no tengo nada de especial, tú eres como una semidiosa y estamos en un avión, no en una cita del "Club Amor"... ¿Por qué quieres un beso MÍO?

- ¿Y qué importa? - María asistía entre divertida e impaciente a las inútiles súplicas de Luis.

- Pues puede importarle por ejemplo a mi novia. No creo que le hiciera mucha gracia. - Luis acababa de gastar su último cartucho. Y no era de fogueo. Su novia, Susana, era la persona más especial del mundo para Luis. Compartían gustos y aficiones, le entendía como nadie y, sobre todo, se lo pasaban muy bien juntos, incluida su vida sexual. Realmente Luis no podía quejarse de su relación y adoraba a Susana.

María sin embargo no pareció inmutarse ante la aparición de este nuevo hecho.

- Tú sólo dame un beso. No quiero nada más. No voy a ir después detrás de ti ni esto quiere decir que me haya enamorado o que te encuentre especialmente atractivo... Sólo quiero un beso. Y te lo devolveré con toda la pasión de la que sea capaz porque, mientras nos estemos besando, ese beso lo será todo. No importarás tú, ni yo,ni el avión, ni tu novia, ni quién eras antes ni quién serás después. Sólo el beso; saber que por unos segundos el mundo es tuyo porque tienes todo lo que puedes necesitar en ese momento.

María hablaba con tal vehemencia y pasión que desarmaba a Luis. Se quedaron mirándose fijamente una eternidad. Luis intentó escapar del hechizo:

- ¡Nooo! Mira, no puede ser. No puedo hacerle eso a mi novia.

- Tu novia nunca lo sabrá y además es EL momento. ¿No me besarías si supieras que estos iban a ser nuestros últimos minutos sobre la faz de la Tierra? ¿No querrías concederme ese último deseo? ¡Pues vive el ahora como si fuera el último ahora! ¡Disfruta de estos minutos porque jamás... sí, jamás, se volverán a repetir!

Luis había aguantado mirándola a los ojos mientras decía todo esto y tenía que reconocer que el aplomo, la pasión y la sinceridad de María le dejaban sin argumentos. Además, casi imperceptiblemente, con movimientos felinos, la mano de María se había acercado a la de Luis. Él notaba SU calor cruzando la milimétrica capa de aire que separaba sus dedos. Notaba también que ya no llevaba el control del ritmo de su propia respiración, sino que ésta se había amoldado al implacable compás de la respiración de María.

Luis se acercó un poco a ella, y ella le regaló la sonrisa más maravillosa que él hubiese podido ver nunca. Él entrecerró los ojos y ella le imitó. Cuando sus labios se tocaron al fin captó Luis por primera vez esa timidez sólo intuida en ella de manera muy sútil. Pero la timidez se volcó rápidamente en frenesí, y la lengua de María se abrió paso hasta su boca, con cuidado al principio y como un animal sediento de él después.

Y tenía razón María: el beso lo fue todo, no hubo él ni ella, ni avión, ni Susana, ni pasajeros, ni mundo... Y tenía razón María: la prensa, al día siguiente se hacía eco de la misteriosa explosión de un avión en pleno vuelo, rumbo a Madrid.