Desapasionadamente tuyo

Relatos cortos, discusiones conmigo mismo, opiniones varias... y todo lo que quepa en unas pocas líneas y que demuestre que no estoy muy bien de la cabeza...

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viernes, diciembre 23, 2005

El coleccionista

¡Hola! Sí, pase, pase... por favor. Tome asiento. Disculpe el polvo de la casa. La señora que suele venir a limpiar está enferma esta semana y los trabajos de la casa no son lo mío... jajaja. Sí, vieja escuela supongo. No me ha dicho su nombre... ¡Ah! Encantado. ¡Pues ante usted está don Juan Carlos Pérez Estévez! Sí, como el rey, jajaja. Todo el mundo dice que me parezco a él en el carácter pero en la edad me falta un poquillo para alcanzarle. Vadeando los 60 estoy... ¡pero como una rosa! Reconozco que me gusta la vida sana: no fumo, no bebo, como de manera equilibrada e incluso puedo decir con orgullo que aún corro 5 kilómetros todas las mañanas. Con mujeres sí que ando, jajaja, pero es que eso ¡es un buen ejercicio! jajajajaja.

Oh, sí, disculpe, ¿quiere tomar algo? Mi amigo Vicente dice que preparo uno de los mejores cafés que ha probado en su vida, ¡y tiene casi 80 años! Un momento...

¡Ya estoy aquí! Está delicioso, ¿verdad? Bien, bien... sigamos hablando. ¿Mis aficiones? Por supuesto, ¡tengo dos colecciones impresionantes! Sí, la modestia no es mi fuerte, jajaja. Sígame al salón. ¿Ve aquel mueble en la pared de la derecha? Efectivamente, esa es mi famosa colección de relojes de pulsera. Asombrosa, ¿verdad? Son realmente preciosos. ¡Pero vamos hacia allí! ¡Permítame que se los enseñe!

¡Por supuesto! No son muchos, pero cada reloj es muy especial. ¿Ve?, cada uno con una etiqueta con el nombre de su antiguo dueño. Todos eran magníficas personas. De hecho, el único motivo por el que un reloj entra en mi colección es que su dueño sea una excelente persona, un ciudadano ejemplar, fuera de lo común... Sí, todos funcionan... bueno, al menos los que tengo en la vitrina. Cuando uno de estos relojes comienza a fallar lo llevo urgentemente al relojero más cercano, normalmente Santiago. Santiago es un buen amigo mío y generalmente le acompaño mientras arregla el reloj, hablando de los viejos tiempos. ¡No se engañe! No le acompaño sólo por amistad, también quiero comprobar que no trate de sustituir ninguna pieza de la maquinaria del reloj. ¿No lo sabía? ¡Los relojes de pulsera tienen alma! Y si se sustituye alguna pieza, el reloj ya no es el mismo. Por eso, si la reparación requiere cualquier cambio en su maquinaria, me llevo el reloj y lo guardo en mi "cementerio de relojes"... sí, el cajón justo debajo. ¿Ve? Tengo unos pocos relojes ahí.

¿Obsesión? ¡Qué va! Cuido mis relojes y realmente no paro hasta conseguir el último reloj del que me he antojado... ¡pero soy muy paciente! En primer lugar, porque tengo que asegurarme de que el dueño sea merecedor de que su reloj esté en esta vitrina. Se lo he dicho: debe ser una persona excepcional. Mire éste: "Juana Dolores González Duque". ¿Conoce el nombre? ¿Sí? ¡Perfecto! Entonces sabrá que era pensionista, pero que dedicaba más de la mitad de su pensión y, aproximadamente, tres cuartos de las horas del día al comedor de indigentes de la calle Ascanio y Rosas. Su reloj conserva toda su bondad y toda su dedicación... ¿No lo nota?

¿Qué hora es? ¡Oh!, ¡qué tarde!, ¡pero muy bonito su reloj! De nada. Acérquese, le contaré un secreto: el alma del reloj es el alma de su dueño. ¡Sí, como lo oye! ¿No le parece asombroso? ¡Pero es cierto! Por eso tengo la segunda colección enterrada en el jardín de detrás de la casa. Toda esa pobre gente, al perder su reloj, ¡se queda sin alma! Pero no se preocupe, unas gotas de cianuro en un café como el que acaba de tomarse son suficientes para evitarles una vida de sufrimiento sin alma. Por cierto... ¿no le he dicho que me parece usted una excelente persona?