Desapasionadamente tuyo

Relatos cortos, discusiones conmigo mismo, opiniones varias... y todo lo que quepa en unas pocas líneas y que demuestre que no estoy muy bien de la cabeza...

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miércoles, julio 27, 2005

El brazo

Había sido un día muy caluroso. Conduciendo de vuelta de la playa a las 8 de la tarde, aún hacía demasiado calor, por lo que llevaba las ventanillas del coche totalmente bajadas.

Una ventanilla abierta es una llamada a que entre cualquier cosa a tu coche: una mosca o una peligrosa abeja (no, no es que tenga un miedo especial a las abejitas, pero conduciendo no son buena compañía); una semilla voladora, una hoja de un árbol... pero el aire, caliente, sólo entraba tímidamente. Había que empujarle, obligarle a entrar y, aún así, sólo conseguía despeinarme, pero nunca refrescarme.

En un tramo especialmente atestado de tráfico, uno de los coches que venía en dirección contraria agitaba el brazo como saludándome. No conseguía ver la cara del que conducía, y suponer que me saludaba a mí entre los cientos de coches del atasco de retorno era poco menos que una demostración de egolatría superlativa. Al pasar justo a mi lado, el brazo que saludaba saltó por sorpresa del coche y me cayó en el regazo. ¡Vaya! ¡Un brazo! Afortunadamente, era un brazo bien educado y limpio. La parte por donde había estado unido al cuerpo estaba perfectamente cauterizada así que no tuve que preocuparme de posibles manchas en la tapicería.

No todos los días se consigue un brazo, así que aproveché que la cola no tenía viso de avanzar en un buen rato para examinarlo con detenimiento. Se trataba de un brazo izquierdo de hombre, bien formado y de color bastante sano... ¡Se veía que su antiguo dueño solía ir mucho a la playa! Frente a la típica rigidez de un miembro muerto, Bracito (ya comenzaba a verlo con familiaridad, y cuando veo a algo con familiaridad tengo que ponerle un nombre, no puedo evitarlo) era bastante flexible... ¡se diría que estaba vivo! Tenía un pequeño tatuaje en el dorso de la mano que decía "Moneypenny era virgen", lo que me hizo deducir que su antiguo dueño había sido fan de James Bond y tenía alguna clase de extraña fantasía en la que aparecía su secretaria. Los dedos no eran finos, aunque lo parecían por ser bastante alargados. Me fijé en sus uñas y parecían muy bien cuidadas; probablemente no hacía más de 2 días le habían hecho una manicura. ¡Qué suerte Bracito! ¡"Vivía" mejor que yo!

Decidí inmediatamente adoptar a Bracito. Había algo que te hacía encariñarte con él como si fuera un perrillo abandonado. No sé si era la forma de flexionar el dedo meñique o ese codo un poco respingón. Lo puse en el asiento del copiloto y le puse el cinturón de seguridad... ¡lo menos que quería es que tuviera un accidente! Decidí además que, aunque viese algún cartel en una farola o cabina de teléfonos, o incluso en el periódico, preguntando por un brazo perdido no iba a devolverlo. Estaba claro que su antiguo dueño no había sabido cuidarlo y Bracito se merecía algo mejor.

Comencé a imaginar todo lo que podía hacer con un brazo extra. ¡Qué maravilla conducir! Bracito se encargaría de las marchas e incluso de cambiar la radio. Eso sí, tendríamos que ponernos de acuerdo con los gustos musicales... ¡No me creo que un brazo tenga mejor oido que yo! ¿Y hacer la compra? Bracito podría llegar a las estanterías más altas y alcanzarme esos productos que esconden las grandes superficies para que los clientes tengamos que comprar sólo lo que nos queda a la altura de los ojos. ¿Y el sexo? ¡Qué maravilla el sexo! Cualquier mujer quedaría rendida ante el equipo perfectamente coordinado que formaríamos Bracito y yo. ¡Esas caricias interminables! ¡Incluso podría encendernos los cigarrillos al terminar! Por supuesto, también el sexo solitario cobraría una nueva dimensión de placer.

Seguí enumerando mentalmente las ventajas de tener un brazo extra hasta que la cola comenzó a moverse. Cuando, felizmente, llegué a mi casa, miré con ojos tiernos a Bracito pensando en la nueva vida que empezaba para mí. Lo único que me quedaba era averiguar en qué parte de mi cuerpo encajaría mejor este nuevo "miembro" de la familia.

miércoles, julio 13, 2005

El caso más difícil (Relato ultracorto)

Se trataba del caso más difícil de su carrera de detective: habían asesinado al mayordomo.

El irónico final de Joe Tocapelotas

Hoy, que estamos todos aquí reunidos, quiero dedicarle unas breves palabras a Joe Calpino, conocido por todos en el barrio como Joe Tocapelotas.

¿A quién no le tocó nunca Joe los huevos? Reconozcámoslo. Este tío nos tenía a todos hartos. Pero henos aquí, reunidos... prácticamente todo el barrio. Allí está Loise, la carnicera... ¡Hola Loise! ¿Recuerdas aquella vez que Joe te quiso devolver los 20 $ en monedas de centavo? jajaja ¡Qué jodido! Y mira a Poppi... Todos conocemos a Poppi. Nos ha cortado el pelo a casi todos desde que éramos unos chavales. Siempre me acordaré del jodido Joe, en la silla del barbero, amenazando a Poppi conque si le hacía el más mínimo rasguño con la cuchilla le iba a denunciar... ¡y cogía el muy cabrón y no se estaba quieto ni un momento, girando en la silla para saludar a todo el que entraba en la barbería! ¿Y los muchachos del barrio? Ben, Stevie, Jowie, Sussie, Carrie... y los pequeños diablillos Callahan. ¡Ja! Siempre evitando la casa de Joe porque sabían que les iba a pinchar la pelota o que habría puesto alguna chincheta por la calzada esperando una incauta rueda de bicicleta.

Podría seguir enumerando ejemplos y sé que todos vosotros conocereis muchas más historias con Joe Tocapelotas de protagonista, pero no podemos estar aquí eternamente. Así que vayamos al grano. Si estamos hoy todos aquí es por una única razón... ¿Tienen todos su número? He reservado el primer lugar al reverendo Martins en deferencia por habernos dejado utilizar su iglesia para esta ceremonia. ¡Gracias reverendo! Así que venga, formemos una cola con orden y tranquilidad. Recuerden no pasarse con la fuerza que todos queremos nuestra parte. ¡Se va a enterar el jodido de Joe de lo que es tocar los huevos... LITERALMENTE!