Desapasionadamente tuyo

Relatos cortos, discusiones conmigo mismo, opiniones varias... y todo lo que quepa en unas pocas líneas y que demuestre que no estoy muy bien de la cabeza...

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sábado, julio 15, 2006

En mis sueños (primera parte)

La conocí una noche. Con esta tópica frase podría comenzar el relato de cualquier historia de amor. La mía es distinta. Sí, la conocí una noche, pero no en un bar, ni en un parque, ni en mi trabajo nocturno. De hecho, yo estaba durmiendo en mi cama. Roncando, me imagino. ¿Qué cómo pude conocer a una chica mientras dormía? Muy fácil. Ella apareció allí... en mis sueños. Estaba en un bar que era igual que el "Poty's", donde paso mis noches de integración con el alcohol. Bueno, tal vez no era igual. Creo que en un momento determinado el cuarto de baño era el del piso de mi prima Dolores. Pero son sueños: los objetos son difusos, los límites temporales y espaciales se mezclan y se barajan como un gran mazo de cartas. Ella no. Ella, que acariciaba la barra con indiferencia (¿o era ese viejo mueble del piso de Dolores?), con sus manos esquivando delicadamente los pequeños charquitos de agua condensada que se formaban al contacto con las bebidas frías... Ella era pura nitidez.

Tenía una belleza silenciosa. No llamaba especialmente la atención, pero si parabas los ojos más de dos segundos en su figura te dabas cuenta de que era increiblemente bella. Su pelo, rubio con incrustaciones de cobre, se deslizaba sobre sus hombros con la sutileza de la seda. Tenía los ojos claros, de un verde cálido con pecas castañas. Y una sonrisa... Descarada, pícara, pero sincera y acogedora. Era delgada y no demasiado alta, es decir, perfecta para mí que prefiero las "pequeñas y manejables". Llevaba un conjunto de color claro, pero no soy un gran aficionado a la moda, así que no me fijé demasiado en sus prendas. Prefería adivinar la melodía corporal que palpitaba debajo: un busto no muy generoso, pero deseable como una colina para un batallón de tropas de élite; un vientre en el que un hipnótico ombligo atrapaba tu atención; y unas caderas deseosas de ser agarradas.

No nos dijimos nada. Lo bueno de los sueños es que la lógica no domina sus avatares. Simplemente nos miramos y sentí el deseo urgente de tocarla y besarla, más que nada para saber que era real... ¡qué ironía! Pero en mi sueño sí era real y cuando sus dedos rozaron los míos, así con fuerza su mano y mi corazón vibró como un diapasón. Me enamoré. El escenario del sueño cambió. Estábamos en un piso con unos amigos suyos a los que yo no conocía y nos estábamos despidiendo. Ella cogida de mi mano... o más bien yo agarrado a mi fantasía con un miedo atroz a verla desaparecer sin más. Yo acercaba mi boca a sus labios pero ella, con un recato que la hacía aún más deseable, me impedía conseguir mi objetivo y me sacaba, desposeido de toda voluntad de aquel lugar. No me importaba no haberla besado. Sabía que ella lo deseaba tanto como yo, sólo que allí era incómodo. ¿Tal vez le resultaba violento en presencia de sus amigos porque ellos conocían a su antiguo novio? Estaba suponiendo demasiadas cosas y todavía no había intercambiado una palabra con ella. Pero no eran suposiciones, yo lo sabía, como uno suele saber las cosas en los sueños o genera recuerdos falsos para acompañar a su fantasía.

Salimos de aquel piso y estábamos en medio de un parque. Solos. Atardecía y sólo se oía el silencio. Nos miramos. Me entretuve en contarle las pintas de color de una almendra que salpicaban sus ojos brillantes de deseo. Solté su mano y rodeé sus caderas. No podía dejarla escapar. Su pecho subía y bajaba mimetizando el ritmo de mi respiración. No quería cerrar los ojos hasta que nuestros labios se sellaran mutuamente por si la perdía por el camino. De repente, un molesto pitido agitó los árboles como un huracán... y abrí los ojos en mi cama con el despertador tronando en mi cabeza. Por un instante me aferré la almohada como si representara el sueño que acababa de tener. Intenté fijar su imagen en mi mente pero fue inútil. La inexorable realidad me arrebató su perfume y me dejó sobre las sábanas con mi corazón misteriosamente vacío.