Desapasionadamente tuyo

Relatos cortos, discusiones conmigo mismo, opiniones varias... y todo lo que quepa en unas pocas líneas y que demuestre que no estoy muy bien de la cabeza...

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jueves, junio 30, 2005

De aquella vez que quise escribir un microrrelato que no pasara de las cincuenta palabras con tan mala suerte que le puse un título tan ...

... exageradamente largo que cuando me decidí a empezar a contar mi historia me di cuenta de que ya no me quedaban más palabras que usar.

NOTA: El blogger no me permite poner tanto en el título... ¡qué frustración inventiva!

martes, junio 28, 2005

Desnudo

Estoy desnudo.
Desnudo de pies, también llamado descalzo.
Desnudo de pelo, también llamado calvo.
Desnudo en mi silla, escribiendo mientras desnudo mi mente.
La vida viste; los amigos visten; la experiencia viste.
Pero el amor desnuda; la pasión desnuda; la confianza desnuda.
Desnudo porque escribo, porque cuento lo que no debiera, lo que no me atrevería a contar si estuviera vestido.
Desnudo porque amo, porque quiero con locura, porque para amar hay que desnudarse poco a poco; sin prisa pero sin pausa; hasta tener el corazón del otro en la mano y nada entre las dos miradas; miradas que desnudan.
Y el amor nos ata, nos anuda, nos entrelaza; nos permite mirarnos frente a frente; miradas que desnudan.
Y el amor nos une, nos guía, nos mueve; pero no nos explica cómo ni nos dice el porqué. Sólo nos pide desnudarnos más y más; entregarnos más y más; comprendernos más y más.
Estoy desnudo... y sólo quiero vestirme para poder tapar mis vergüenzas. Pero sólo desnudo puedo amarte... y sólo desnudo puedes saber que te amo.

domingo, junio 26, 2005

El hombre que cortó con todo

Todo empezó la mañana del 23 de junio, víspera de San Juan y noche más corta del año. Mientras se tomaba un café cortado, Julián decidió que su vida necesitaba un nuevo rumbo. Su novia, Pasión, cuyo nombre reflejaba bien poco su verdadera naturaleza huraña y reprimida, había cortado con él algunos minutos antes en la parada de taxis donde él comenzaba su jornada laboral. ¿La razón? Qué importaba... si no hubiese sido ella habría sido él. Una relación más bien corta (sólo dos meses) que había comenzado como una montaña rusa de promesas de amor eterno y había derivado en tan sólo un par de semanas a continuas peleas sin sentido sobre cualquier nimiedad. Julián se repetía a sí mismo que había sido lo mejor, pese a guardar en su interior ese extraño sentimiento de apego a las cosas que más daño nos hacen.

"Cortar con todo" - Ese era el plan de Julián. Para encontrarse a sí mismo debía cortar con todo en el sentido más amplio de la expresión. La clave era deshacerse de todo aquello que le recordara su anterior vida. Por eso, al llegar a su casa después de dejar al último cliente (una señora bastante desagradable, de esas que piensan que el ser mayor les da derecho a colarse en el supermercado), se lanzó sobre cada esquina de su piso en un frenético viaje de destrucción mientras en su cabeza sonaba el "Purple Haze" de Jimi Hendrix. Su primera víctima: su amplísima colección de discos de heavy metal. Meticulosamente fue pulverizando cada vinilo, cada casete, cada cd de la colección con el martillo que solía usar para partir nueces, uno de sus manjares predilectos. Después la emprendió con los poster de Iron Maiden que tenía desperdigados por su pequeño piso, despedazando a los siniestros esqueletos que no dejaban de observarle con sus ojillos rojos. Poseido por el espíritu del mismísimo Jimi, destrozó su Gibson de segunda mano contra el equipo de música que se había hecho a base de juntar módulos de distintas marcas y procedencias. La guitarra quedó maltrecha, pero el equipo quería guerra aún, así que retomó el martillo y golpeó como si fuese la batería de John "Bonzo" Bonham cada centímetro del equipo... pero no era suficiente. Su vida anterior no estaba en todos aquellos objetos, estaba en él mismo, en cada poro de su piel y en la canción que no paraba de sonar en su cabeza.

Se acercó al cuarto de baño y se miró al espejo. Sudaba como un cerdo, aunque tenía que admitir que había disfrutado al reventar de sendas patadas las dos columnas de 150 watios que tantas quejas habían provocado en el vecindario cuando sonaba el "Smoke on the water" a toda pastilla. Cogió las tijeras con las que se hacía su colección de recortes de periódicos con noticias sobre el mundo del rock (que ardía alegremente en mitad del salón como una fogata de una acampada) y miró su pelo revuelto y largo. Esa larga melena que agitaba en los conciertos de heavy metal comenzó a caer en el lavabo. Aprovechó las tijeras para acabar con sus largas uñas de la mano derecha, con las que hacía su triste imitación de los punteados de "Highway to Hell"... Pero no bastaba... Su vida anterior no le había dado más que disgustos y chicas como Pasión, atraidas por su aire duro y radical, e inmediatamente desencantadas al conocer su auténtico caracter reservado, tímido y bastante alejado del arquetipo de rockero. Incluso con esa nueva cara mirándole en el espejo, seguía escuchando a Jimi, tocando ahora "Voodoo chile". Tenía que dejar de oir esa odiosa música que le había hecho desperdiciar su vida... ¡Pues claro! Se separó todo lo que pudo la oreja izquierda de su cabeza y se la cortó limpiamente con las tijeras. Mientras la sangre le caía por la mejilla y un dolor lacerante se instalaba en el lugar que antes ocupaba su oreja, notó que seguía escuchando a Jimi, aunque aparentemente a un volumen más bajo... así que repitió la operación con su oreja derecha. ¡Era libre al fin! Tan sólo notaba un continuo latido en su cabeza, un latido rítmico, un latido... ¡rockero!

Cuando la policía encontró el cuerpo de Julián tenía un corte bastante profundo en su cuello producido por un afilado cuchillo de cocina que sujetaba aún en su mano derecha. Al parecer había intentado cortarse la cabeza. El dueño del bar donde Julián tomó su último cortado contaba a los curiosos: "Sólo dijo que quería cortar con todo". Mientras, Jimi Hendrix hacía cantar a su guitarra en la radio del bar...

domingo, junio 12, 2005

Un molesto ruidillo

"cric, cric" No era un grillo, era ella... ese molesto ruidillo era ella. Yo lo sabía y ella sabía que lo sabía, pero hacíamos como que no nos importaba.

Yo trataba de terminar con ella. Llevaba intentándolo mucho tiempo, mucho antes de que ella se hubiese apoderado de un espacio que no era el suyo. Pero ella se defendía, se hacía la dura y yo cejaba en mi intento al no encontrar la manera de quitármela de encima sin sufrir yo también. ¡Pero volvía a oirla! Ese molesto sonido como de roce "ricric, ricric, ricric" al caminar y sabía que era ella, oculta, espectante, sabedora de que en cualquier momento podría hacerme daño...

Yo tomé unas tijeras y las llevé conmigo. No sabía si había acertado con el tamaño del arma, ya que me parecían demasiado grandes y tal vez me costara manejarlas con soltura. Después de la ducha era mi oportunidad porque ella estaría más relajada, en cierta forma hasta menos áspera de lo habitual, y era el único momento en el que dejaba de oir ese horrible ruido. Coloqué las tijeras en torno a lo que supuse que era su cuello, cogí aire y con un grito conseguí separar parte de su cabeza. El dolor me removía las entrañas y era casi incapaz de continuar, pero la rabia asesina se apoderó de mí y conseguí lanzar de un tijeretazo la mayor parte de esa cabeza fea y ya amarillenta lejos de mí. Cuando mis pulsaciones tomaron el rumbo adecuado cogí aire, me vestí y me dirigí hacia la puerta como si nada hubiera pasado.

Estoy volviendo a oir ese ruido... esa maldita uña del dedo gordo del pie está volviendo a crecer.

La dignidad del indignado

Es irritante comprobar cómo ciertas personas se consideran más dignas que nadie y no aceptan una crítica venga de quien venga. ¿No se han encontrado nunca una de estas personas? Las reconocerán enseguida. Su mirada aviesa y su intento de aparentar estar por encima de los demás los delatan.

No los confundan con los tozudos ni con los necios (aunque ciertamente son bastante necios). Su cualidad principal es tomar cualquier opinión diferente a la suya no como tal, sino como un ataque a su persona y a su "dignidad". Si él (o ella) dice que la bolsa de Tokio va a subir y yo opino que va a bajar no es porque yo haya estado mirando los precios de mercado o analizando la evolución de las acciones... ¡no! Resulta que todo es una cuestión de desautorizar su pensamiento, de enfrentarme a una verdad como un templo.

Estos caciques de la verdad, que entienden que la poseen y, por lo tanto, no puede estar en manos de nadie más, se dedican a defenderse de tu "ataque" pasando ellos mismos a la ofensiva. Ya no importa si al final la bolsa sube o baja, el problema es entre él y yo; entre su verdad y mi mentira; entre su dignidad y su indignación (en esos "dignos" asuntos yo no pinto nada).

El problema viene después, para salir de la espiral de descalificaciones sin parecer:
1- Que le estás dando la razón como a los locos (aunque esto funciona en muchos casos, dependiendo del nivel intelectual del "digno").
2- Que estás siendo paternalista y lo quieres dejar quedar como un idiota (ocurre siempre cuando tú te estás dando cuenta de lo absurdo de la discusión y el otro no, con lo que el otro se pone açun más violento).
3- Que te quieres partir los "piños" con él.

¡Maldito mundo éste que permite a tipejos de esos! Bicharracos que no saben que discutir consiste en plantear tu opinión, escuchar la del otro y tratar de llegar a un compromiso entre las dos. Y sobre todo, idiotas que no saben medir la importancia de una discusión, su valor RELATIVO, y si realmente es un asunto con una única solución o no hay ninguna "verdad" para describirlo.

Me indigno profundamente...

miércoles, junio 01, 2005

Intolera

No tolera, "intolera", y creerá que así mejora nuestra vida. A la mínima, ¡zas! arriba de mí. Creerá que así espabilaré y cambiaré mi actitud... o tal vez mi aptitud, quizás sea sólo eso... sí, va a serlo: No tengo las aptitudes suficientes para estar a su lado. - ¡Pero sí que las tengo!, ¿qué pasa con todos esos momentos mágicos en los que no nos separamos? ¿qué pasa con ese instante en el que sientes que es sólo ella? - ¡Pero no tolera! ¡"Intolera"! y mis aptitudes no la llenan, no le valen, necesita otras distintas... - ¿Otro distinto? - ¡No!

¡Qué equivocado estaba! Y yo pensando que se podía superar cualquier cosa. Y yo creyendo el tonto anuncio de la coca cola de que el amor todo lo supera, el amor mueve el mundo... - ¿Pero quién se traga tremenda tontería (lo del amor, pero también la coca cola)? - Reconozco mis defectos - Eso intento -, sin embargo supongo que no basta con eso. Hay que mejorar, hay que cambiar, hay que adaptarse... - ¡Pero que tolere! - Sí, pero que tolere lo tolerable. No te creas que por hacer el intento está la cosa conseguida. Es cuestión de aptitud... - No, de actitud - ... bueno... ¡ya no lo sé!

¿Hago bien las cosas? - Soy un poco frío, si a eso te refieres - No, me refiero a si me esfuerzo en hacer bien las cosas, en mejorar, en cambiar... - ¡Pero que tolere! - Pero que tolere lo tolerable, que se note que me esfuerzo, que note que cuando ella no da más de sí, yo sí lo doy; que entienda, que viva, que se inunden sus sentidos de mis aptitudes - ¡Qué algunas tengo! - ... que algunas tengo. Está claro que mi única esperanza es lo de siempre: el amor... que todo lo supera, que mueve el mundo... como la coca cola.